Para poner en marcha una empresa o un negocio, hay que dotarla de los medios esenciales para su funcionamiento. Cuando nos planteamos las inversiones que hay que llevar a cabo (maquinaria, ordenadores…) debemos pensar si el bien que queremos adquirir lo vamos a renovar de forma frecuente (por ejemplo, porque sus capacidades quedan obsoletas rápidamente) o queremos mantenerlo en la empresa durante el máximo de años posible. Según el criterio escogido, podemos elegir entre dos formas de alquiler: renting y leasing.
¿Qué es el renting para pymes?
Un alquiler a medio o largo plazo, con las mismas ventajas e inconvenientes que cualquier otro. Gracias a esta fórmula, no es necesario hacer un fuerte desembolso inicial para disponer, por ejemplo, de vehículos, equipos de informática u otro tipo de maquinaria, pero el bien nunca se tiene en propiedad. Por tanto, haremos un renting cuando no tengamos ninguna intención de que ese bien se quede en la empresa durante años, sino que la voluntad es la de irlo renovando y actualizando cada x años.
El renting para pymes suele incluir servicios adicionales (mantenimiento, seguro de daños), que lógicamente incrementan la cuota. Esta se refleja en la contabilidad de la empresa como un gasto, mientras que la compra tendría el tratamiento de inversión. Igual ocurre a efectos fiscales.
¿Qué es el leasing para empresas?
Es otra modalidad de alquiler a medio o largo plazo, con dos diferencias con respecto al renting: lleva aparejada una opción de compra y no contempla servicios adicionales. Dado que, de forma mayoritaria, el objetivo de los bienes que se financien vía leasing es el de acabar ejerciendo la opción de compra y mantenerlo en la empresa durante años, se contabiliza como una inversión.